jueves, 5 de enero de 2017

Faustino Literato, por Alfredo González

Hace unos días tuve que escaparme al pueblo, porque tenía unas tramitaciones  que hacer en varios lados y no tuve más remedio… Pucha, digo, prefiero montar un redomón que andar con los papeleríos.

Primero fui a la LIGA  para ver cómo estaba el asunto  de  venta de la soja, porque  con estos cambios en la política uno nunca sabe qué es lo que conviene. De paso, desde ahí me orientaron para encontrar las otras  direcciones  que buscaba. Como siempre…  toda la vida la gente en este lugar  fueron  tipos macanudos y nos ayudaron a orientarnos con buena voluntad. No parecen puebleros… ¡deberían vivir en el campo!

En el mismo lugar tienen un supermercado bastante surtido, y aproveché para comprar algunas provisiones que estaban faltando en las casas. Luego pase por el Banco Nación para cobrar unos cheques que me entregaron por la venta de unos terneros. Entonces, con los datos que me dieron, encontré el Registro Civil por una renovación del documento y otros papeles, que estaba ahí cerquita nomás, casi al lado de donde dejé la camioneta. No vayan a pensar que me estoy queriendo casoriar, ¡no! Con una vez alcanza… Y como ya me estaba picando el bagre, empecé a buscar un lugar para churrasquear. Parece mentira  pero por la zona del centro la gente solamente come sanguchitos  y me tuve que conformar. Eso sí, de postre me mande uno de esos helados grandotes,de padre y señor nuestro.
A esta hora ya tenía casi todo resuelto, solamente había que esperar que abran  las peluquerías para tusarme un poco las crines…
Caminé un poco y miré las vidrieras, mucha ropa, y de zapatos… ¡ni hablar! ¡Qué cantidad de zapaterías! ¡Hay zapatos de todos colores!
¡Ah! Lo que me llamó la atención fueron las motos que andan, ¡y cómo! Hay que tener cuidado porque corren a dos mil, si te descuidás, ¡chau!
En una de esas, encontré un lugar en el que hace mucho tiempo había un mercado grande, y que estaba lleno de gente. Pregunté qué había y me dijeron que se hacía una feria de libros. Mirá si son copiones, nosotros hacemos feria con las vacas y estos con libros. Ahí nomas me adentré, total tiempo tenía y no cobraban entrada… Lleno de gente estaba, y muchos chicos de la escuela, que los traían en colectivo.  ¡Y que hablaban todos  juntos!
En ese lugar me encontré con un montón  de quioscos, todos con libros de todas clases: de política, de novelas de amor y de deportes, y… mirá un poco, también tenían revistas, de ¡Patorucito! Desde chico que no las veía.
Pasé por un salón con muchas sillas, había dos señoras muy simpáticas que contaban algo de “La miel” y me interesó, porque en la chacra pusimos algunas colmenas y nunca está demás. Pero no…
En realidad hablaban de otra señora, una tal Clara, que le decían  “Miel” porque era muy dulce y muy buena y le habían escrito un libro… También  contaron que había viajado un par de veces a las Europas, donde tenía parientes… Bueno, como todos nosotros, que en el viejo mundo se nos quedo algún abuelo o algún tío.
 Luego “La Clara Miel” terminó poniendo un bolichito en Bariloche, y le fue bastante bien, por suerte, porque según contaron era  una  buena persona pero en su vida tuvo varios problemas y al fin pudo salir adelante… Al terminar  las aplaudieron mucho.
Ya con esto me entretuve bastante, de manera que salí  para terminar lo que me faltaba;  cortarme el pelo y comprar algunos regalitos para la familia, y…si no llevo algo es capaz que no me dejan entrar  al rancho.
Y luego sí, agarré la chata para volver y la castigué un poco, a pesar de que los caminos no están tan bien como deberían estar.

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