Hace
unos días tuve que escaparme al pueblo, porque tenía unas tramitaciones que hacer en varios lados y no tuve más
remedio… Pucha, digo, prefiero montar un redomón que andar con los papeleríos.
Primero
fui a la LIGA para ver cómo estaba el
asunto de venta de la soja, porque con estos cambios en la política uno nunca
sabe qué es lo que conviene. De paso, desde ahí me orientaron para encontrar
las otras direcciones que buscaba. Como siempre… toda la vida la gente en este lugar fueron tipos
macanudos y nos ayudaron a orientarnos con buena voluntad. No parecen
puebleros… ¡deberían vivir en el campo!
En
el mismo lugar tienen un supermercado bastante surtido, y aproveché para
comprar algunas provisiones que estaban faltando en las casas. Luego pase por el
Banco Nación para cobrar unos cheques que me entregaron por la venta de unos
terneros. Entonces, con los datos que me dieron, encontré el Registro Civil por
una renovación del documento y otros papeles, que estaba ahí cerquita nomás, casi
al lado de donde dejé la camioneta. No vayan a pensar que me estoy queriendo casoriar,
¡no! Con una vez alcanza… Y como ya me estaba picando el bagre, empecé a buscar
un lugar para churrasquear. Parece mentira
pero por la zona del centro la gente solamente come sanguchitos y me tuve que conformar. Eso sí, de postre me
mande uno de esos helados grandotes,de padre y señor nuestro.
A
esta hora ya tenía casi todo resuelto, solamente había que esperar que
abran las peluquerías para tusarme un
poco las crines…
Caminé
un poco y miré las vidrieras, mucha ropa, y de zapatos… ¡ni hablar! ¡Qué
cantidad de zapaterías! ¡Hay zapatos de todos colores!
¡Ah!
Lo que me llamó la atención fueron las motos que andan, ¡y cómo! Hay que tener
cuidado porque corren a dos mil, si te descuidás, ¡chau!
En
una de esas, encontré un lugar en el que hace mucho tiempo había un mercado
grande, y que estaba lleno de gente. Pregunté qué había y me dijeron que se hacía
una feria de libros. Mirá si son copiones, nosotros hacemos feria con las vacas
y estos con libros. Ahí nomas me adentré, total tiempo tenía y no cobraban
entrada… Lleno de gente estaba, y muchos chicos de la escuela, que los traían
en colectivo. ¡Y que hablaban todos juntos!
En
ese lugar me encontré con un montón de
quioscos, todos con libros de todas clases: de política, de novelas de amor y de
deportes, y… mirá un poco, también tenían revistas, de ¡Patorucito! Desde chico
que no las veía.
Pasé
por un salón con muchas sillas, había dos señoras muy simpáticas que contaban
algo de “La miel” y me interesó, porque en la chacra pusimos algunas colmenas y
nunca está demás. Pero no…
En
realidad hablaban de otra señora, una tal Clara, que le decían “Miel” porque era muy dulce y muy buena y le
habían escrito un libro… También
contaron que había viajado un par de veces a las Europas, donde tenía
parientes… Bueno, como todos nosotros, que en el viejo mundo se nos quedo algún
abuelo o algún tío.
Luego “La Clara Miel” terminó poniendo un
bolichito en Bariloche, y le fue bastante bien, por suerte, porque según
contaron era una buena persona pero en su vida tuvo varios
problemas y al fin pudo salir adelante… Al terminar las aplaudieron mucho.
Ya
con esto me entretuve bastante, de manera que salí para terminar lo que me faltaba; cortarme el pelo y comprar algunos regalitos
para la familia, y…si no llevo algo es capaz que no me dejan entrar al rancho.
Y luego sí, agarré la chata para volver y la
castigué un poco, a pesar de que los caminos no están tan bien como deberían estar.
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